I love Panamá Chocolate, un proyecto delicioso, creativo e identitario


Jaime Justiniani, de 49 años, se presenta como diseñador gráfico de profesión, fotógrafo de nacimiento y chocolatero por elección. 

Y para mí es un gusto presentarlo también como la empresa dentro de la industria creativa panameña que este año se lleva el reconocimiento de El Buen Tenedor. ¡Felicidades a todo el equipo!

¿Te cuento un poquito de su historia?

Por el año 2013, desde su agencia de diseño y comunicaciones, fue construyendo la idea de una barra de chocolate panameña que proyectara cosas buenas sobre Panamá. Y ese proyecto se concretó el 30 de abril de  2015 con su socio Roberto Pérez, en un evento de una champaña donde buscaban algún chocolate nacional para maridar: esa fecha, entonces, fundó I Love Panama Chocolate.

Luego de un año de funcionamiento,  Ricardo González se suma al barco chocolatero, para hoy seguir siendo ellos tres los encargados de empujar esta industria creativa.

Su delicioso emprendimiento nació también para fortalecer la identidad panameña. Jaime lo entiende así: “para mí tener, buscar, cuestionar la identidad es el inicio de todo. Es el entendimiento de dónde vienes y hacia dónde quieres ir. Panamá es un país recién nacido que sufre los dolores del crecimiento. Tenemos que entendernos y para eso hay que identificarse, por muy diversos que seamos -y vaya que lo somos- buscar ese todo lo que nos hará prosperar como sociedad, como unidad, como una nación. En mi utopía, visualizo que I Love Panamá Chocolate aporta algo a ese encuentro con nuestra identidad”.

Claro que sí: I Love Panamá Chocolate aporta -y mucho- a nuestra identidad porque somos también nuestros sabores. Y por eso, desde el Buen Tenedor nos enorgullece otorgarle este reconocimiento. 

Como todo camino que le espera un futuro próspero, tuvo obstáculos que vencer. Jaime me cuenta que lo más difícil del proyecto ha sido reconectar la cultura chocolatera indigena con el panameño.  “A raíz de los 100 años de tener a los estadounidenses en nuestro territorio perdimos ese chocolate real, reemplazado por chocolate industrial que es azúcar y nada de cacao. Al inicio las personas rechazaban nuestro chocolate porque esperaban algo en extremo dulce y nosotros iniciamos con pie pesado: de 70% de cacao para arriba”, me remarca Jaime. 

Pero su conocimiento en el área cultural y su entusiasmo por  las ciencias sociales, le ayudaron  a encontrar el lenguaje comunicacional para reconectarnos con este “chocolate indigina”, como le llama. Y el resultado ha sido muy positivo: “El que no lo ha probado, lo quiere probar. Ya no hay rechazo”. 

Y con estos resultados, Jaime mira al futuro: “En el 2022 cumpliremos 7 años, ya iniciamos el proceso para nuestra siguiente etapa, que es inaugurar el Museo del Chocolate de Las Américas. Porque el cacao y el chocolate nació en nuestro continente. Gracias por todo Europa, pero aquí es donde se debe exaltar y proyectar hacia el mundo”.

¡Allá vamos con el exquisito chocolate panameño!

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